viernes, 30 de junio de 2017

La Higuera de Tocornal


Por Francisco Segura

I

Tras la Escuela Matte existe una higuera que es difícil distinguir si vive o muere. En la noche de San Juan, los vecinos la rehúyen pues de sus lianas resuenan extraños susurros, especialmente cuando se acerca la gente a pedirle favores. 

Se dice que el primer puente altino que ingresó a Bouecheff lo hizo gracias a la higuera: se habría sentado con los facsímiles de la específica de matemáticas y fue capaz de memorizar todas las respuestas. Al quinto año de la carrera se volvió loco y se lanzó del techo de la Facultad. 

En mi caso, estoy en la encrucijada. Abrazado a la foto de Javiera sonriendo tras su cabello oscuro, dudo en pedir que Javiera me ame, es lo que he deseado desde primero básico, esperando que de casualidad me mirara y adivinara lo que mi alma quería decirles a través de mis gafas. Son años de angustia al terminar el año y saber que por dos meses no la vería, años de esperar que en los paseos escolares nos sienten juntos o que simplemente se sonría con las muecas o gestos que hago cerca de ella, y que hacen reír a otras compañeras. 

Soy un alumno de sietes, solo para estar cerca de ella en los fines de año cuando hacen los premios a los tres primeros lugares del curso, esos segundos cerca de su jumper prístino y su sonrisa clara son la retribución por dejar de lado el Atari. La vida fue buena conmigo, pues en la educación media también quedamos en el mismo curso, y esencialmente seguí haciendo lo mismo, amándola escondido tras los sonetos que le escribía, apretando la guata cada vez que se sonríe a las bromas del Bravo. 

Ese verano me prometí cambiar, hablarle directamente invitarla a salir o algo así, de solo pensarlo no pude dormir la semana completa antes de entrar a clases. Aún me duele ese primer día de clases, cuando la vi de la mano del Bravo. Casi enloquecí de tristeza. Mi tristeza es silente, no grito no rabeo, solo me destruyo en silencio, me hundo en lugares sin ruido ni calor. Cada recreo los veía jugar con lanas o cantar al son de la guitarra de Bravo, y yo mirándolos desde la antología poética de Antonio Machado.



Así, cumplí quince años en primero medio, sin nada que celebrar más que no estaba muerto.

Renunciado a mi sueño de ser amado por Javiera, me enfoqué nuevamente en los estudios, especialmente por el tema del NEM, si quería ser un abogado de la Chile tendría que mejorar las notas, incluyendo en la insufrible geometría analítica. Es curioso como la poesía tiene ribetes distintos a medida que creces, pues un verso de Antonio Machado comenzó a resonar cada vez más fuerte en mi cabeza: 

“Este amor que quiere ser
Acaso pronto será:
Pero ¿Cuándo ha de volver?
Lo que acaba de pasar

Hoy dista mucho de ayer,
¡Ayer es Nunca jamás!”



Javiera terminó con el Bravo.



II

Hoy es la noche de San Juan, y estoy camino a la Higuera. Podría haber traído los facsímiles para entrar a la Chile o mi cuaderno para ser un poeta como Machado, pero no. Si he de arriesgarme, lo hare para ser amado: a mis diecisiete años, entendí que es la única bendición terrenal ¿Pero si la higuera me traiciona y daña a Javiera? ¿y si la higuera con sus bromas la deja en estado vegetal, solo dependiente de mí?. 

La duda me entristece, me siento una mala persona, solo pendiente de mi felicidad. Con estos pensamientos dejo caer mi cuerpo y mis dudas en un asiento de la plaza cercana a la higuera. Pasa el tiempo, la duda sigue cada vez más fuerte en mí. Tengo pena, pena y rabia por tener que acudir a esta ayuda diabólica para poder ser amado. Son las diez de la noche cuando unos pastabaseros se acercan. De la pena paso al miedo. Dios mío me asaltaran otra vez, y se llevaran la foto de Javiera para masturbarse con sus garras podridas. No tengo valor para resistir, empiezo a rezar y siento la ausencia de Dios mientras la sombra de la higuera crece. Con las manos tiritando palpo mi guarnición de monedas y me preparo a negociar por mi seguridad, cuando me miran y siguen raudamente su camino. 

Me tranquilizo, quizás la vida no es tan mala. Quizás no tenga que negociar con la higuera el amor de Javiera. Quizás si voy al gimnasio, hago dieta, quizás si solo le hablara. Mi esperanza dura una sonrisa, pues recuerdo que este año saldremos de cuarto medio. El dolor vuelve a apoderarse de mí. El viento asoma frío, la higuera se mueve delicadamente. Abrazo la foto de Javiera y mis poemas, cuando una señora cartonera se me acerca. Me habla a un par de metros, se santigua y me dice que no lo haga, que no será por amor, que la higuera se las cobra. La escucho y asiento dulcemente. La buena mujer tiene razón, pero no me puede entender. La miro con envidia mal sana cuando su pareja la llama desde lejos.

Javiera, musa mía, beberé el aroma de tus cabellos oscuros, por el tiempo que nos de la higuera, anidaré en tu pecho toda mi alegría. Voy recitando estas palabras como mantras mientras avanzo por la calle de la higuera, son las once y cuarenta y cinco. 

La calle esta oscura, ahí está la higuera, me mira. Javiera me amará, aunque sea por un año. De repente dudo, la imagino destruida, pastabaseada ofreciendo su cuerpo por quinientos pesos, estoy por retroceder pero de la higuera brota una niebla celeste, como los ojos de Javiera. El viento sopla fuerte y tibio, las ramas de la higuera hacen una sombra de dos enamorados. Soy feliz, una lágrima cae en la foto de Javiera. Ya son las doce.



jueves, 13 de abril de 2017

PÁGINAS DE SANGRE



Por S.H. Morgan


Tami apretó el libro entre sus manos. Su boca comenzaba a secarse mientras sus ojos viajaban veloces por las páginas. Una casi terminó rasgada cuando la giró, tirando como si su vida dependiera de ello.

- No, no – murmuró.

"Sian esquivó la potente magia con un giro en el aire. Sin embargo, fue alcanzado por las dagas que le lanzaban por un costado. Cayó de rodillas. De su pecho comenzaba a manar la sangre"

"El joven se arrancó las dagas con un gruñido"

- No puedo seguir leyendo.

Tami cerró el libro con brusquedad y lo dejó sobre la mesita de noche, como si eso sirviera de algo... Comenzó a pasear nerviosa, mordiéndose las uñas. Se llevó las manos a la cabeza, mientras su pecho subía y bajaba con violencia.

Escuchó que se madre la llamaba para que bajara a comer.

Pero ¿Cómo podía comer? El hombre que amaba estaba luchando a muerte dentro de ese maldito libro. En el tiempo que tardara en volver...

¿Y qué podía hacer? Él le había hecho prometer que no regresaría. Que se olvidaría y llevaría la vida normal que una chica debía tener.

Desesperada, miró su habitación. Observó los libros que había apilado durante su vida. Los cuadernos con cientos de historias frustradas que no servían de nada.

No.

No podía dejarlo. Prefería romper su palabra y morir, antes que vivir así.

Corrió y tomó el libro. Sabía lo que tenía que hacer.

Buscó la página donde Sian ahora se ocultaba en el bosque.

"El joven, cuyo cabello negro caía lacio sobre su rostro, miró hacia el frente. Como si estuviera viendo algo. Pero no había nada ahí."

"- Ni lo piensas, Tam – murmuró Sian. Aunque no podía verla, sabía que ella estaba leyendo – Ni se te ocurra..."

Pero ya era tarde.

Tami garabateó rápido una nota y la metió entre las páginas del libro, con la esperanza que lo encontrara su hermana. A ella también le gustaba leer.

Sacó su corta-cartón del cajón. Tomó decidida el libro y lo arrojó abierto al suelo. Se paró sobre él, con los pies descalzos. Se cortó un largo mechón de cabello negro y lo tiró sobre las hojas.

- ¡Dioses de Afgar, escuchen mi plegaria, más allá de estas páginas! – gritó, a sus dioses del otro mundo.

Inspiró profundamente y cerró los ojos.

- Se los ruego – hizo una mueca cuando se cortó la muñeca. La sangre comenzó a correr - ¡Por favor, llévenme con él!

La ventana se abrió de golpe y Tami ahogó un gritó cuando un fuerte viento hizo estragos en la habitación, agitando su largo vestido rojo. Las páginas del libro temblaron bajo sus pies y la sangre que caía de sus muñecas se transformó en sólidas cadenas que la ataron al libro. Para siempre.

Un momento después, como si hubiera despertado de un sueño, estaba frente a Sían, en algún bosque de Afgar. El joven, que en ese momento corría, frenó bruscamente y la tomó por los hombros.

- ¡Maldición, Tam! ¡Qué haz hecho!

Pero no había tiempo para explicar nada. El joven miró sobre su hombro y maldijo otra vez. La tomó de la mano y juntos echaron a correr.



----------------------------Fin-------------

Este cuento lo escribí para el concurso mensual de la página Fantasía Austral, ganando el primer lugar.



Pie forzado: Escribir un micro cuento de 500 palabras del género meta fantasía, utilizando elementos de la foto sugerida (la foto era una mujer de vestido rojo encadenada a un libro)


Más sobre S.H. Morgan en Wattpad

miércoles, 12 de abril de 2017

LEONORA


Por Francisco Segura 

Que ni en estos momentos nos salvemos de la burocracia, como un buey borracho negocie el servicio y el cajón para Leonora, si no es por mi hermana termino comprando el servicio ultra vip que posiblemente tenga convenio con San Pedro, soy algo ingenuo y malo para los trámites.

Siento hambre pero no quiero comer, o no puedo. Trato de disolver la sopa que preparo mi madre y lo hago como una locomotora diésel, para adentro sin contemplaciones. Almendra en cambio reparte chocolates a los “invitados” (¿se dice invitados?, Leonora sabría cómo decirles), con su sonrisa de esfinge, no sabes si sonríe o está tratando de sacar información. Mi madre la abraza con la afectación de telenovelas venezolanas, Almendra se trata de soltar para jugar con sus primitas. No entiendo la hipertactividad de mi hija, quizás sea aquello que los niños no entienden la muerte, o efectivamente compro el cuento que le arme.

Ojala no vengan mis colegas, prepare un mensaje tipo para responder las preguntas idiotas de cómo me siento, pero la paciencia no creo que me llegue a mucho, quizás si suelto un poco estas lágrimas me dejarían tranquilo, pero lo más probable es que se me ponga a llorar la Almendrita entonces, mejor aguanto las estupideces bien intencionadas de mis colegas.

Era flacuchenta, comía sano, incluso se hizo vegana, además hacia Yoga y todo eso, ¿y un infarto?, un atropello podría entenderse, hasta una bala loca pero, ¿un infarto?, aquí el resto de fe en Dios que me quedaba se va por el wáter, dos profesores de liceos particulares subvencionados, ¿a quién le hacen mal?, ¿qué gana el mundo con la muerte de una profesora de Castellano y el cambio de estado de casado a viudo de un profesor de Historia?, nada, ni una puta webada gana este mundo de mierda.

Menos mal que la rabia me inyecto una redbull de energía pues llegaron los padres de Leonora. “Valor” como diría ella:

−Ayudándolo a sentir Renato.

La mano aprieta fuerte, no puedo soltarme, y el abrazo de pésame casi me desarma las costillas.

−Gracias don Armando.

El viejo se acerca al cajón, mira a su hija y de reojo me desnuca con la mirada. Se me acerca al oído apretándome el brazo.

− ¿No había ropa más formal para enterrar a mi hija weon?

−Don Armando es lo que ella quería, y es Arwen.



No alcanzo a distinguir la sarta de garabatos que me tira el viejo cuando Almendra me salva −Tatita! − se abraza al hombre-bestia y puedo arrancar.

Día de mierda que elegiste mi amor para irte, hace un calor espantoso, quizás es tu gesto final para nuestras familias, que se sopeen y que soporten los sermones de un cura latero. Es extraño pero estas instrucciones a nuestra muerte las teníamos, era un juego post intimidades que le gustaría a cada uno en su entierro, hablando de entierros ella me decía coqueta. Otro juego que teníamos era encontrar diez páginas de Los Miserables sin una cursilería, el que las encontraba sacaba la basura en un mes. Ella siempre ganaba.

−Papa, tengo sueño, ¿puedo ir a dormir un rato?

−Claro hijita, vaya con la abuelita.

−Ya papito, oye pero despierta a la mama po, ya tiene que partir.

−Claro hijita



La guata se me aprieta más, no debería haber tomado la sopa. Mi suegra lleva a Almendra a acostarse, verlas tomadas de la mano me llena de esperanza, espero la vieja bruja me ayude con los temas femeninos cuando crezca mi pequeña.

Sentado en el columpio que venía con la casa empiezo a temblar, siento el pecho apretado y los ojos húmedos, los lentes se me empañan. Siento un frio acido en mi lengua, siento una ausencia, risas vacías, recuerdos, tierra. En esa tierra dormirá Leonora Rojas Stevenson, en la tumba sin nombres de Amaranta como ella quería. No puedo más.

Siento el abrazo de mi madre, no dice nada, solo me abraza. Mi hermana llega con un agua con azúcar y me toma la mano. No dice nada.



El barco se está hundiendo, mis suegros toman el lugar de anfitriones mientras no puedo parar de llorar, y maldigo al puto cielo nuevamente. Desde el segundo piso, Almendra está viendo todo, extrañada porque no acompañaremos a Valinor a la mamá.


BIO: Francisco Segura Pedreros (1982, Puente Alto). Escritor en proceso. Creo en las Literatura como un arte sanador y remecedor, ya sea de sociedades o personas. Si mis letras le hacen click, vamos bien, si no, falle, lo que no deja de ser un pequeño heroismo.

miércoles, 1 de febrero de 2017

El de la pescadería de la esquina


Por Alonso Alcayaga



Ulises sabe que le costará mucho trabajo para conquistar el corazón de Carmen. Todo sería distinto si Carmen lo mirara de la forma que él la mira, con esas ganas de sexo, con los ojos fisgones, con aquella sonrisa pícara carente de algunos dientes que ambos tienen en común.
Ulises no despega sus ojos de la entrada del negocio. Cada sombra que se asoma al umbral estremece a Ulises, cada sombra con aspecto de mujer hace que a Ulises le lata el corazón más rápido de lo acostumbrado. Cuando aquellas sombras no pertenecen a Carmen, Ulises se tranquiliza, toma un poco de escarcha de entre los pescados y se refresca la cara.
Hay una cierta melancolía en la mirada de Ulises, una cierta carga emocional en cada gesto. No es por la forma en que lo trató su madre anoche luego de que llegara borracho y levantara de una patada al gato, ni tampoco es la misma borrachera que ahora le pasa la cuenta. Es algo más que eso. Es el hecho que le duele mirarse al espejo y ver a un hombre que no tiene nada para ofrecer a una mujer como Carmen. Ulises no es precisamente cariñoso y tierno, es mas bien un hombre bruto y frío. Frío como la pescadería y bruto como Ulises Cárdenas, el hombre que en vez de rosas regala pescado. Ese es Ulises, el de la pescadería de la esquina, que cuando sale a fumarse un cigarrillo se entretiene probando puntería a escupitajos a un escupo anterior, el que en días de calor se mete escarcha en los testículos, el que come con la boca abierta y el que huele sus sobacos al mediodía. Pero la gracia de Ulises no está en su aspecto horripilante ni en su grosería constante. Su gracia es vender pescados sin siquiera saber de pescados. Es muy fácil para él, solo tiene que leer el letrerito con el nombre del pescado y el valor, tal como le dijo su jefe, y si le preguntan algo que no sabe lo inventa. Y efectivamente ha sido un empleado muy eficiente y asertivo, pues nadie a llegado a la pescadería a reclamar por un producto rancio ni se han quejado de contraer alguna enfermedad por un pescado descompuesto. Ulises ha tenido suerte en ese sentido.
Ulises manosea suavemente la cabeza de un pulpo imaginándose que son los pechos de Carmen. ¡Carmenciiiiita! ¡Te tocaría por todos lados, no me cansaría de darle besitos a tus tetiiitas!
Ulises cierra sus ojos mientras sigue manoseando el pulpo. Luego de un rato de fantasear, Ulises se toca sus genitales incentivando mas su imaginación. Imagina a Carmen que coge un poco de escarcha y la frota sobre sus pechos. Sus pezones se erectan y eso a Ulises lo excita cada vez más y comienza a masturbarse suavemente tras la vitrina. Pero eso ya no importa ahora. Lo importante es que mientras él se toca con los ojos cerrados, Carmen lo observa boquiabierta del otro lado de la vitrina.

-¿Qué  te pasa Ulises?
-Nada, estaba tocando el pulpo para ver si estaba bueno.

Carmen le regala una tímida y vergonzosa sonrisa.

-¡Qué soi loco! oye véndeme una reineta porfa.
-A usted no se la vendo mi reina, se la regalo.
-¡Puta que andai paleteao!
-¡Pa que cachí no más!

Ulises busca el letrerito que dice “reineta”, saca el pescado y lo envuelve.

-¿Oye, cuándo vamos a salir?
-¡Soi fresco! voh sabí que yo soy casá.
-Pero no estay muerta po.
-¡Mira Ulises, con voh no salgo ni a la esquina!
-¿Y qué te hice yo?
-A mi nada, pero ya me contaron que a la Claudia le hiciste una guagua y ahora te hací el hueón.
-Eso es mentira.
-¡No seai maricón, tu sabí que la guagua es tuya!
-Bueno, ella no debería andar prestándole el poto a medio mundo. ¿Viste? ahora no sabe de quien es la guagua.
-¡Sabí que má, te pago tu cagá de pescao!
-¡Págamelo po! ¿O voh creí que te lo iba a regalar?

Carmen le paga y se retira indignada de la pescadería. Ulises dibuja una leve sonrisa en su rostro. ¡Linda la hueá, que se meta el pescado en la raja mejor! Ella se lo pierde.
Ulises nuevamente fracasa en su afán de conquistador. Es la forma de ser la que tiene que cambiar, la forma de ser de ese hombre que pasa su mano por sus axilas sudadas y goza oliéndosela, ese hombre que se saca la mucosidad de su nariz cuando mira la tele y luego la pega debajo de su cama, ese hombre que al final del día se saca sus calcetines y disfruta del hedor de sus pies, ese hombre que al despertar se da cuenta que se ha orinado en la cama producto de su borrachera.
Ulises no tiene ganas de seguir vendiendo pescados aunque el día recién ha comenzado. Aprovecha la ausencia de su jefe y cierra por dentro las cortinas del negocio quedando en la fría compañía de los pescados. Agarra el pulpo que anteriormente manoseaba y ahora se lo envuelve en su pene y comienza a masturbarse con sus ojos cerrados imaginándose que el pulpo es la vagina de Carmen. Ulises ya está por eyacular, y ahora se imagina que tiene su pene entre los voluptuosos pechos de Carmen. Ulises finalmente eyacula en el pulpo. Toda su masturbación no habrá durado mas de un minuto al igual que la gran mayoría de las veces. Ulises devuelve el pulpo al mostrador y con el mismo paño que limpia el mesón se quita los restos de semen de sus manos callosas.
Ulises vuelve a levantar las cortinas del negocio. Piensa en Carmen y se enfurece al pensar que ya no tiene posibilidades con ella.
Para sorpresa de Ulises, aparece Claudia en el negocio. Ulises se pone nervioso mientras que Claudia mantiene una mirada baja y triste. Claudia sabe que Ulises es el padre del hijo que lleva en su vientre, también sabe que es a la única pescadería cerca de la casa de sus patrones.
Claudia se acerca a la vitrina sin mirar a los ojos de Ulises.

-Dame dos kilos de machas.

Ulises silenciosamente busca el letrero que dice “machas”, las saca con una bandeja y las pesa hasta llegar a los dos kilos.

-¿Algo más?
-No, eso no más.
-Son cuatro mil pesos.

Claudia le pasa el dinero. Ulises pone las machas en una bolsa mientras mira a Claudia que tímidamente se mantiene cabizbaja. Ulises pone la bolsa con machas en el mostrador. Claudia toma la bolsa y camina hacia la salida.

-¡Claudia espera!

Claudia se detiene y mira a Ulises desde la entrada.

-¿Es verdad que estai embarazada?

Claudia asiente con la cabeza.

-¿Y de quién es la guagua?
-¡Mía po!
-Si sé po ¿pero quién es el papá?
-Mi hijo no tiene papá.
-¡Pero no es del espíritu santo po, y voh no soy la virgen María!
-No, no soy la virgen María y el papá tampoco es un espíritu santo, el papá es un maricón de mierda que le deseo lo peor.
-¿Y a quién le tení tanto odio?
-¡Al hueón que me vio como puta, me usó y después se hizo el hueón!
-¡Pero por la chucha! ¿me vay a decir quién cresta es?
-¡Quien más que voh po maricón!
-¿Yo? pero cómo iba a saber si nunca me dijiste.
-Cuando te lo dije estabai curao, pero yo sé que no se te olvidó. Por eso no me llamaste más, y ya han pasado dos meses.

Ulises queda atónito y pensativo. Claudia deja correr unas lágrimas por su rostro y se va. Algo raro pasó en Ulises, algo que ahora no lo deja tranquilo. Piensa en Claudia y siente algo extraño, algo parecido al dolor, algo similar al amor. Ulises por un momento piensa en dejar todo tal cual, ignorar lo que pasó y seguir su vida tranquilo, sin problemas ni preocupaciones mas que trabajar y emborracharse. Pero luego piensa en Claudia y en el hijo que carga en el vientre, en su hijo. Se imagina a Claudia con su hijo en sus brazos recibiéndolo en la puerta de su casa después de cada jornada laboral.
Llevar una vida licenciosa, viciosa y sin sentido siempre le ha atraído a Ulises, pero ahora ve la posibilidad de una vida distinta, de una vida restringida de excesos pero llena de armonía. Ve la posibilidad de tener una mujer y un hijo que lo esperan cada día, ve la posibilidad de que el calor de una familia sea el pilar de su vida.
Ulises se quita la hedionda pechera y corre tras los pasos de Claudia, de la madre de su hijo, de ese hijo que le dará a Ulises por primera vez un cable a tierra.

Ulises persigue Claudia pensando en que su vida puede cambiar, en que su vida ahora puede estar rodeada de amor en vez de pescados y alcohol, pensando en dejar de ser ese hombre que trata a las mujeres como un objeto sexual, como putas, ese hombre que solía robar en el centro de la ciudad, ese hombre vulgar que se emborracha y se involucra en riñas de bar, ese hombre de la pescadería de la esquina que tiene que leer el nombre del pescado para saber de que pescado le hablan. Después de todo ese es Ulises, el de la pescadería de la esquina no más.

miércoles, 18 de enero de 2017

Ya oh!

Bien. Todos los talleres han terminado y aprovechamos la pausa del verano para comenzar con el primer relato. Esta vez se trata del alumno Francisco Segura, quien comenzó a practicar una muy peculiar forma de narración. Juzgue usted:

Ya oh!


-Por la cresta esta gente del aseo siempre botando mis papeles, gente de mierda que se ha imaginado?
-Ya tranquilo zorrón, acuérdate de más rato mejor.
- (frotándose las manos) Uf si compadre, el finde pasado nos levantamos esas chanitas,  estuvo bueno jajaj, pololeo querían.
-Jajaja ya no seai mala onda, y como sabís si te sale buena mina?
-Ah claro y tú le vai a presentar a la Kimberly a tus viejos po weón, no seas cínico.
-Puta en una de esas,  sabís guarde el teléfono de la morenita de ojos claros que trabajaba acá.
-Erís muy cochino weón, además eso fue hace como un mes. Ya cortémosla que la jefa anda dando vueltas.
-Ya dale, nos vemos en el 14 entonces, anda en tu auto que tiene más espacio para tu sabís jaja.
-Dale zorrón!
-No te va a llamar más pastela, pero cómo se te ocurre entregarte de una.
-Pucha pero dijo que me quería…
-Voh soy bien tonta Adela, estos oficinistas andan cazándonos no cachai. Ahora que nos cambiaron de empresa no los vemos más.
-No él no es así, él es tranquilito, anda acompañando al amigo nomás. Además tiene un auto familiar…
-Ay señor, tan weona... oye te cuidaste cierto?
-(…) o sea me tomé la pastilla.
-PERO WEONA… que sabias de él?, la cagaste
-(sale una lágrima) Parece, y bueno va un mes y no me llama…
-Cosas que pasan amiga. Ya filo, llora todo el fin de semana no más, el lunes te alegrare el día.
-Y cómo?
-Voh tranquila.
Música estridente, humo y caos. Por los jóvenes no corre sangre sino RedBull y sueños de sexo rápido, furioso y casual. Y entran las Cenicientas: Mujeres de tristes ropas de trabajo ahora luciendo su piel amenazante, con tacos de combate y miradas poco virginales. Ella, se acerca a la barra, pide una cerveza. Se acercan ellos: “Hola po  tanto tiempo? como tay?, y tu amiga?. Nada está cuidando a su abuelita; Ah pucha que lata. Oye y no querís un copetito más fuerte digo yo?; Ya po gallo; (ella le hace una seña al barman, transcurren tres tragos y varios diálogos vacíos); Así po cabros, ando solita, y ustedes solitos no sé… se me ocurren cositas, como que el copete me le subió a la cabeza jajaja; (ellos se miran y sonríen); y como que cositas se te ocurren?; no seeee, o sea ustedes son tan lindos, regios y no sé, nunca he estado con ay jijijiji que risa, con dos minos tan minos; (ambos de rojo furioso) Oye pero la noche es joven, oye flaco otro copete para la chica; (el barman guiña el ojo a ella); Ay  ahora me dentro agua al bote gallos jijji, ya  o sea, jijji, vamos a su auto??.
La Florida, sábado 11 de Abril de 2015: Dicen que les escondieron el auto, que por eso caminaban piluchitos por el catorce los “tórtolos” zorrones. Haciendo dedo los pilló una cuca y pal calabozo por cochinos. El diario pop se contactó con los pelolais, y nos dijeron que andaban en un trío, que les habían "escondido" el auto y que sería una broma de la damisela y el barman... Ya oh!!!


Francisco Segura (c) 2017. Todos los derechos reservados.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Nuestro blog

Hola a todos. Bienvenidos a este blog que recién se funda con el propósito de dar a conocer los textos de quienes recién comienzan a sacar sus escritos de los cajones, de archivos olvidados en alguna carpeta del computador y se atreven a asistir a un taller para crear sin miedo. Los talleres tienen reglas, ejercicios forzados, un programa definido según duración, cantidad de alumnos, espacio, pero la energía es la misma. Muchos de los alumnos se presentan como "escritores frustrados" pero ese es un concepto muy liberal en donde todos tienen que tener un título, una profesión, un cartón que ratifique al resto que "son alguien en la vida". Como dice Gianni Rodari, todos tenemos el derecho a crear con las palabras, son nuestras, no son de uso exclusivo de un grupo de personas que publican libros y se llaman "escritores".

De esta inquietud nace el blog. Para darle un espacio virtual a todos los que no tienen un título de escritor pero escriben. A las personas que han pasado por mis talleres y que con diferentes niveles de ambiciones y proyectos, quieren dar a conocer su obra luego del trabajo realizado en clases.
Así que todos los que han "visto un pájaro verde" tendrán la oportunidad de publicar y, usted lector, de leer y comentar.
¡Estamos a su servicio!